Buscar este blog

martes, 17 de noviembre de 2015

ACUERDO DE SYKES-PICOT (1916): INICIO DE LOS PROBLEMAS ACTUALES EN ORIENTE MEDIO





Acuerdo Sykes-Picot, un pacto secreto entre Gran Bretaña y Francia, con el consentimiento de la Rusia zarista, para el reparto de las posesiones del Imperio Otomano en Oriente Próximo tras la Primera Guerra Mundial. El pacto fue firmado el 16 de mayo de 1916 y estipulaba que, pese a las promesas realizadas a los árabes a cambio de su levantamiento contra los turcos, Siria, Irak, Líbano y Palestina se dividirían en áreas administradas por británicos y franceses. El acuerdo toma su nombre de los negociadores, Sir Mark Sykes (por Gran Bretaña) y Georges Picot (por Francia). En mayo de 1916 Gran Bretaña y Francia acordaron de forma secreta como se repartirían el Imperio Otomano (cuyos territorios iban desde el Bósforo hasta el golfo Pérsico), en caso de que ganaran la Primera Guerra Mundial. De esta forma, se aseguraban el control de una zona geoestratégica sumamente importante para el suministro futuro de petróleo. En un principio se reservó algún territorio para Rusia, acuerdo que perdió su validez con la revolución soviética.
Las implicaciones de este tratado y antecedentes a su firma fueron muy complejas. A finales del siglo XIX, los alemanes ven prioritario la construcción del ferrocarril Berlín-Constantinopla-Bagdad; una segunda línea debería transcurrir hacia Damasco vía Medina. A los proveedores financieros que participasen se les garantizarían los ingresos del transporte ferroviario y los derechos para perforar pozos de petróleo en un margen de 19 kilómetros a cada lado de la línea durante los siguientes 99 años. El ferrocarril comenzó a construirse en 1903 (su finalización se produjo en la década de 1940). Pero esto chocaba con los intereses británicos, puesto que la arteria principal del Imperio Británico era el Canal de Suez, vital para la ruta marítima hacia la India. Antes de la Primer Guerra Mundial, el Imperio Otomano era un extenso territorio en decadencia, tras más de cuatro siglos de existencia, una amalgama de nacionalidades, razas y creencias que se encontraba en estado de descomposición, por las pretensiones de renovación del régimen desde dentro, así como por los problemas financieros que atravesaba.
En octubre de 1914, Max Von Oppenheim, un agente alemán, entregó al Káiser un documento que apostaba por financiar una guerra santa desde la India a Marruecos. Para ello había que proporcionar armas de contrabando a la India, incendiar los campos petrolíferos en Bakú (Azerbaiyán) y bloquear el canal de Suez. Para que este plan funcionase eran necesarios numerosos fondos y la colaboración del Imperio Otomano. En el Imperio Otomano, un grupo de generales, los Jóvenes Turcos, habían dado un golpe de estado consolidando a Pachá como dictador, convirtiéndose en un títere, así en noviembre de 1914 firman una alianza con Alemania. El siguiente paso será convencer a los árabes: Oppenheim intenta convencer a Faisal (quien reclama dinero y armas para iniciar una guerra santa contra el Imperio británico). Al mismo tiempo, y de modo secreto, en 1915 se están reuniendo el Alto Comisionado británico McMahon y el emir de La Meca Hussein  (padre de Faisal) con un objetivo muy claro: los británicos prometen apoyo a la independencia árabe si se sublevan contra el imperio otomano. Lo que desconocen los alemanes es que Faisal está jugando a dos cartas. Al mismo tiempo que está en conversaciones con Oppenheim, se está reuniendo con el agente inglés Lawrence de Arabia. Al final, Hussein y Faisal se decantan por los británicos.
En el verano de 1916 Hussein se vuelve contra el sultán de Constantinopla: combatientes árabes destruyen la guarnición turca de La Meca. Hussein y su hijo Faisal quieren unificar las regiones árabes del Imperio Otomano y expulsar a los turcos. El gobierno británico tiene plenos poderes para ofrecer dinero, armas y asesores militares. A finales de 1916 todas las fuerzas otomanas se baten en retirada. En diciembre de 1917 los británicos alcanzan Jerusalén.
Sin embargo, el sueño de una gran nación árabe no llegará a culminarse porque esas promesas eran contradictorias con la Declaración Balfour. En 1917 Lord Balfour, en nombre del gobierno británico, se muestra favorable a la creación en Palestina de una sede nacional para todos los judíos del mundo. Esto es incompatible con las promesas hechas a Hussein y Faisal. Theodor Herzl, fundador del movimiento sionista, buscó apoyos entre los alemanes, pero estos priorizaron la construcción del ferrocarril Berlín-Bagdad. Al final, serán los británicos quienes también apoyen la creación de un estado judío. En noviembre de 1918 finaliza la Primera Guerra Mundial y comienza la firma de los tratados de paz, en la Conferencia de Paz de París, dónde se optó por un reparto de territorios entre británicos y franceses bajo la forma de mandatos de la Sociedad de Naciones. No obstante, en la Conferencia de El Cairo de marzo de 1921, presidida por Winston Churchill, quedará configurado definitivamente el nuevo Oriente Medio. Teniendo en cuenta la correspondencia McMahon-Hussein, el tratado de Sykes-Picot y la declaración de Balfour, la Comisión Mesopotamia trazó nuevas fronteras donde no las había: (Siria, Líbano, Palestina), se crearon nuevos países (Transjordania, Iraq, Kuwait) y dispersó a los kurdos entre cuatro países distintos. Los trazados geográficos se realizaron sin ninguna lógica ya que las nuevas líneas fronterizas dividieron a tribus y grupos étnicos. 


miércoles, 5 de agosto de 2015

EN RECUERDO DE LAS TRECE ROSAS

Las llamadas "Trece Rosas" fueron trece mujeres de entre 18 y 29 años que fueron fusiladas junto a la tapia del cementerio de la Almudena (Madrid) en la madrugada del 5 de agosto de 1939, debido a su militancia en la organización Juventudes Socialistas Unificadas y su defensa de la legalidad republicana tras el fin de la guerra civil.

Sus nombres eran:
-         Carmen Barrero Aguado, 20 años. Modista
-         Martina Barroso García, 24 años. Modista.
-         Blanca Brissac Vázquez, 29 años. Pianista.
-         Pilar Bueno Ibáñez, 27 años. Modista.
-         Julia Conesa Conesa, 19 años. Modista.
-         Adelina García Casillas, 19 años. Activista.
-         Elena Gil Olaya, 20 años. Activista.
-         Virtudes González García, 18 años. Modista.
-         Ana López Gallego, 21 años. Modista.
-         Joaquina López Laffite, 23 años. Secretaria.
-         Dionisia Manzanero Salas, 20 años. Modista
-         Victoria Muñoz García, 18 años. Activista.
-         Luisa Rodríguez de la Fuente. 18 años. Sastre.

Estas trece jóvenes pasarían a la historia como Las Trece Rosas; la gran mayoría eran muchachas trabajaban como costureras y que, de un modo u otro, estaban relacionadas con los partidos de izquierdas y habían colaborado en el frente republicano con sus familiares o amigos. Al terminar la guerra, las Juventudes Socialistas Unificadas intentaron reorganizarse de manera clandestina en la capital. Pero la gran mayoría de dirigentes del Partido Comunista y de dichas juventudes habían huido al extranjero, habían sido detenidos o asesinados. Sin embargo, aún quedaba grupo de jóvenes dispuestos a continuar luchando por sus ideales, aunque disponían de una escasa  infraestructura y experiencia organizativa, a lo que se unía una fuerte represión y control policial en aquellos primeros meses tras la conclusión del conflicto fraticida; así las JSU fueron disueltas antes de haber realizado acciones clandestinas. Aquellas jóvenes, fueron detenidas en la primavera de 1939 y trasladadas a la prisión de las Ventas, algunas al módulo de menores de edad. Allí permanecieron a la espera de un destino incierto hasta que un atentado mortal desencadenó y precipitó los acontecimientos. 

El 29 de julio miembros de las JSU asesinaron en Talavera de la Reina a Isaac Gabaldón, comandante de la Guardia Civil, su hija de 18 años y el chófer del coche en el que viajaban.  El comandante Gabaldón, era un antiguo miembro de la “quinta columna” de Madrid y en aquel momento desempeñaba un importante cargo en el Archivo de la masonería y el comunismo, que suministraba documentación a los fiscales militares en los consejos de guerra contra los partidarios de la República, de ahí que el régimen interpretara su muerte como un desafía al nuevo régimen. Aunque todo parecía indicar que había sido obra de algún grupo de antiguos soldados de la República, o de huidos, el régimen lo atribuyó a una supuesta red comunista de grandes dimensiones.

    El 3 de agosto se celebró un Consejo de Guerra ante el que fueron juzgados 57 miembros de las JSU que permanecían detenidos desde hacía meses. Entre ellos, las trece jóvenes. Antes de ser condenadas a muerte por el Consejo de Guerra bajo la acusación de un delito de "adhesión a la rebelión" y de participar en  actividades clandestinas en contra del régimen recién instalado, las trece jóvenes habían sido conducidas a instalaciones policiales, donde se les torturó para obtener información sobre otros miembros de la organización clandestina, y más tarde, fueron recluidas en el centro penitenciario de mujeres de Ventas, en Madrid, donde aguardaron hacinadas durante meses un desenlace que se intuía, sin duda, dramático. Cuarenta y ocho horas después de su dictamen, fueron trasladadas en un camión a 500 metros de la prisión y ejecutadas por un pelotón de fusilamiento, en la madrugada del 5 de agosto de 1939, junto a la tapia del cementerio de la Almudena de Madrid a 2 km de la prisión de Las Ventas. Al día siguiente fueron fusilados los autores materiales del atentado.