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miércoles, 18 de julio de 2012

18 DE JULIO DE 1936. EL ALZAMIENTO MILITAR



            Aquel 18 de julio de 1936, un sábado caluroso de hace exactamente 76 años, tuvo lugar uno de los acontecimientos más relevantes, trascendentes y estudiados de nuestra historia reciente: el levantamiento militar contra el gobierno del Frente Popular de la Segunda República.
Desde que se proclamase la Segunda República en 1931, los militares africanistas aceptaron el nuevo régimen, aunque con algunas reservas. Sin embargo, las medidas que en materia militar tomó Azaña provocaron una total animadversión hacia la República. Entre estas medidas destacaba la reforma del estamento militar, que amenazaba con anular muchos de los ascensos logrados por esta generación en el campo de batalla, por medio de  méritos de guerra logrados en las campañas del Rif, o el cierre de la Academia de Infantería de Toledo, donde todos ellos se habían forjado, y que significaba para ellos un símbolo.
Todo ello se acrecentó debido al clima de tensión social y política que iba en aumento: como la sublevación de Sanjurjo de 1932, la Revolución de octubre de 1934, contra el Gobierno de centroderecha de Alejandro Lerroux, las numerosas acciones reivindicativas de carácter violento, los continuos enfrentamientos entre falangistas y republicanos de izquierdas, etc. En este contexto de enfrentamientos callejeros y de continuos ajustes de cuentas, en los días previos al golpe, tuvieron lugar una serie de sucesos claves para el desenlace: el 12 de julio fue asesinado el Teniente de la Guardia de Asalto, José Castillo, a manos de pistoleros falangistas. Este asesinato fue contestado, en la madrugada del 13 de julio, con el secuestro y asesinato de Calvo Sotelo (político de la derecha conservadora y líder de Bloque Nacional), a manos de varios miembros de la Guardia de Asalto. Este hecho, forzó el compromiso de muchos vacilantes, incluido Franco, e hizo que quedaran disimulados los largos preparativos que habían precedido al golpe militar.
El pronunciamiento se llevaría a cabo bajo las directrices marcadas por el General Mola, que procuró atraerse el apoyo de los sectores políticos de la derecha (monárquicos, falangistas y requetés). En la sublevación se encontraban generales como Sanjurjo, Franco, Yagüe, Fanjul, Orgaz o Varela. Después se sumaron Queipo de Llano, López Ochoa o Cabanellas. Inicialmente Mola fijó como fecha para la sublevación el 10 de julio, pero el alzamiento militar comenzó en Melilla el 17 de julio, dónde el General Yagüe, jefe militar de la Legión, se alzó en armas. El Alzamiento se extendió rápidamente al resto del protectorado marroquí.
         Desde Marruecos, el día 18, el General Franco, que ya había asegurado el triunfo de la sublevación en Canarias se dirigió hacia la Península al frente del ejercito de África. El  Jefe de Gobierno, Casares Quiroga, quizá sin darle la importancia necesaria a la rebelión, se negó a entregar armas a la población civil, lo que supuso la pérdida de un tiempo vital para impedir el progreso del alzamiento. Otros estudiosos del tema, han afirmado que Casares Quiroga temía que la entrega de armas a las organizaciones obreras supusiera revolución social armada. Una vez convencido de su error, Casares Quiroga dimitió. Azaña quiso parar la guerra intentando formar Gobierno  con Martínez Barrio, político centrista, pero esta proposición fue rechazada tanto por Mola como por Largo Caballero, quienes pensaban que la guerra era ya un hecho inevitable. El Gobierno Giral, nombrado de modo inmediato, inició el reparto de armas a los civiles, sin otro control que la comprobación de su identidad.
La misma mañana del día 18 de julio Queipo de Llano se incorporó al golpe en Sevilla y consiguió dominar todos los centros neurálgicos de la ciudad. Entre el 18 y el 19 de julio se  unieron al golpe  parte de las guarniciones de diversas capitales de la Península, pero con resultado muy diverso.
La actuación de los civiles armados fue decisiva para el  fracaso de la rebelión en dos ciudades claves del Estado: Madrid y Barcelona,  con lo que se decidió la suerte de los territorios circundantes: Castilla la Nueva y Cataluña.
En Madrid la sublevación no tuvo la suficiente coordinación. Los sublevados, dirigidos por el general Fanjul, permanecieron en los cuarteles, quedando bloqueados por las fuerzas leales al Gobierno y por las milicias armadas. Los socialistas y comunistas utilizaron las milicias que habían formado para asaltar el Cuartel de la Montaña, donde murieron todos los soldados, librándose a duras penas el propio general Fanjul, aunque poco después sería fusilado.
En Barcelona, la resistencia a la rebelión corrió a cargo de las milicias anarquistas de la CNT. Las fuerzas sublevadas salieron a la calle, pero fueron contenidas por los milicianos, por la Guardia Civil, que había permanecido leal al Gobierno de la Generalitat, y por la Guardia de Asalto.
El alzamiento triunfó en media España, y fracasó en la otra mitad, pero la situación estratégica de la República era notablemente superior. Se mantuvieron fieles a la República: el Norte peninsular (las regiones industriales y mineras), la fachada cantábrica que garantizaba buenas comunicaciones marítimas, la mitad de la zona pirenaica, que aseguraba las terrestres con el extranjero, la región catalana, las comarcas trigueras de Castilla la Nueva, la zona del Valle del Guadalquivir, las tierras de Valencia y Murcia y toda la fachada mediterránea hasta Gibraltar.
            De este modo y tras el fracaso parcial del golpe militar, el territorio español quedó dividido en dos zonas y comenzó uno de los episodios más oscuros de la historia de España, una guerra Civil que enfrentaría entre sí a los españoles durante casi tres cruentos y largos años.


Documental: Ocurría en julio de 1936

Documental: El asalto al Cuartel de la Montaña



Franco con el general Balmes (primer plano-derecha), comandante de Las Palmas que murió el 16 de julio de 1936 en extrañas circunstancias. El viaje de Franco al funeral de Balmes en Las Palmas fue la coartada perfecta para poder salir así de Tenerife, dónde se encontraba vigilado por varios oficiales leales al Frente Popular. Fue en Las Palmas donde Franco recibió la noticia de la sublevación en el norte de África. 


Llegada de Franco a Ceuta, procedente de Canarias.

El General Mola, el verdadero conspirador del alzamiento.

Queipo de Llano y sus colegas del alzamiento. 

Cuartel de La Montaña (del Príncipe Pío)

Cadáveres de oficiales y soldados en el patio del Cuartel de La Montaña, tras el asalto republicano. 

Fotos del Teniente Castillo de la Guardia de Asalto y de José Calvo Sotelo.

Entierro del Teniente Castillo, asesinado por pistoleros falangistas

Entierro de Calvo Sotelo, asesinado por miembros de la Guardia de Asalto



lunes, 16 de julio de 2012

LAS NAVAS DE TOLOSA (1212), EL DÍA D DE LA RECONQUISTA.

800 AÑOS DESPUÉS 


En el presente año 2012 se conmemora uno de los acontecimientos históricos claves para la configuración de nuestro país: la Batalla de las Navas de Tolosa (1212), lo que supondrá el inicio del declive definitivo del dominio musulmán sobre la Península Ibérica.
La batalla comenzó el 16 de julio de 1212, hace exactamente 800 años, cuando dos ejércitos de dimensiones desconocidas en el contexto de la Reconquista, se enfrentaron en las Navas de Tolosa. Las cifras son dispares y las crónicas antiguas han exagerado el numero de efectivos, se habla de 100.000 musulmanes, frente a unos 70.000 cristianos, aunque lo que parece claro es que los combatientes musulmanes superaban en número a los cristianos.
El contexto de la Batalla estuvo marcado por la derrota sufrida en 1195 en Alarcos (Ciudad Real) por las fuerzas cristianas de Alfonso VIII de Castilla, y el consiguiente deseo de recuperar el territorio perdido. Con este objetivo, los reinos de Navarra y Aragón se unieron al esfuerzo de Alfonso VIII de Castilla por convertir la Batalla en una auténtica cruzada que supusiera el retroceso definitivo de la presencia musulmana en la Península.
En cuanto a los efectivos, por una parte, el ejército cristiano estaba integrado por contendientes de los Reinos de Castilla (con Alfonso VIII a la cabeza), Navarra (con Sancho  VII) y Aragón (con Pedro II), a los que se unirían caballeros leoneses, tropas de las Órdenes Militares de Santiago, Calatrava, San Lázaro, Temple y San Juan (Malta), y un gran número de guerreros franceses (atraídos por la llamada del Papa Inocencio III). Por otra parte, se encontraban las fuerzas almohades encabezadas por el Califa Muhammad An-Nasir, conocido como Miramamolín por los cristianos, integradas por elementos muy diversos: la infantería bereber del Alto Atlas, infantes voluntarios de Al-Andalus, mercenarios turcos, la llamada Guardia Negra (integrada por soldados-esclavos procedentes del Senegal)
La batalla se desarrolló en un espacio cercano a la actual localidad de Santa Elena (Jaén). A pesar de la inferioridad numérica de la formación cristiana, la excelente estrategia de posicionamiento y el empuje durante la contienda de las tropas comandadas por los reyes españoles condujeron a una contundente victoria de los ejércitos cristianos. Los prisioneros árabes reclutados fueron llevados a construir la fortaleza de Calatrava la Nueva.
Tras la victoria en las Navas, la Reconquista tomó un nuevo impulso y Alfonso VIII conquistó Navas, Vilches y Baño, Baeza y Úbeda... El empuje cristiano fue ya imparable. Se un significativo avance significativo de los reinos cristianos, que conquistaron numerosos territorios del sur bajo poder musulmán. En concreto, Jaime I reconquista Valencia y Baleares; el infante Alfonso (X), Murcia; y el Rey de Castilla, Fernando III, pudo poco después reconquistar Jaén, Sevilla y Córdoba.
Así pues, con el resultado de las Navas de Tolosa, continuado en 1340 con la victoria de Castilla en la Batalla del Salado (con Alfonso XI), se puso fin a la hegemonía musulmana en la Península Ibérica, que entra en su declive definitivo, concluyendo con la toma de Granada en 1492, a manos de los Reyes Católicos.


Pendón arrebatado a los árabes en la batalla de las Navas de Tolosa y custodiado en el Monasterio de las Huelgas Reales. Es el mejor tapiz almohade que se conserva.